
Hace un tiempo tuve frío, y llené mi cuerpo de miseria,
no busqué el sol en aquel desierto de penas,
decidí perderme en pedazos, sin rogar que el viento me contagiara libertad...
dejé que se fuera el aroma a vida, así como el humano abandona sin piedad.
Hoy te abracé, como jamás lo hice antes...
extrañaba tu fuerza, tu mirada extraviada, tu certeza...
deseaba con todo mi ser tu humor... y mi garganta estallaba en ardor por aquella ausencia.
No es superficial, nuestras almas son más felices al estar juntas,
no es un cuento de hadas,
quizás no tenga un final emotivo... ni sincero, ni perfecto...
lo digo simplemente, para empezar por ser honestos.
Mi piel, con sus sentidos dormidos entre tus intentos de besos, y recuerdos perdidos...
mi piel, con tus palabras extrañamente dulces, acariciaban con pereza esa mascara que cubría tus ideas.
Ahogados por un silencio que no era incómodo, ambos sometidos en nuestros propios mundos,
estando tan cerca pero tan lejos las ganas del optimismo, el sentimiento de la razón, la rabia de la pasión... los miedos y la distorsión.
Hoy nos dijimos lo que con palabras no logramos,
solo mirándonos... solo mirándonos.



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